LA POLÍTICA Y LOS ESTADISTAS
 El diccionario de la Real Academia nos dice que estadista es una “…Persona ver-sada en los negocios concernientes a la dirección de los estados, o instruida en materias de política”. Lo interesante es que el mismo diccionario confirma que “o”  es una “… conjunción disyuntiva que denota diferencia, separación o alternativa...”  ¡¡Horror!! ¿Es posible que se de por sentado que, o se está ver-sado para dirigir un estado o se esté instruido en materia de política?... ¿O una u otra cosa, nunca ambas?

No, con alivio nos encontramos inmediatamente con una segunda acepción que nos dice que “… Denota además idea de equivalencia, significando o sea, o lo que es lo mismo”  ─ y ejemplifica ─ “El protagonista, o el personaje principal de la fábula es Hércules”

El diccionario define terminantemente entonces, pero nos deja un importante grado de subjetividad para apreciar cual es la acepción que conviene en cada caso…
En este particular caso, es casi obvio que cualquier persona que haga política o  que se considere político va a decir que la “o” de la definición de estadista está empleada en la segunda y que no cabe la posibilidad de disyuntiva. Y entendemos que van a tener razón… los redactores del diccionario no conforman las huestes del “que se vayan todos”.

Ahora, ¿Qué otras subjetividades puede haber, y que razones las podrán guiar?.
Preguntémonos algo: ¿Cómo usamos coloquialmente el término “estadista”? ¿Lo consideramos sinónimo de “político”?
Nos atrevemos a decir que no y sin mayor temor a equivocarnos. Pensamos que el estadista es un político sí, pero con mayores condiciones que la mayoría de sus congéneres. Si escarbamos un poco hasta podríamos encontrarnos con que la principal virtud que le adjudica-mos tiene que ver con el tiempo o los tiempos. El político va a estar más dedicado al día a día, el estadista decidirá más sobre lo trascendente, sobre el futuro. Será tal cuando pueda y quiera ver más allá de lo inmediato.

Si esa es la idea general sobre un estadista va a ser muy raro encontrar a alguien en nuestro medio cuya subjetividad se incline por la segunda acepción. Y su posición va a ser entendida… ¡Cuanta consideración casi exclusiva a lo inmediato que han mostrado y muestran una mayoría de quienes han hecho y hacen política en Mar del Plata!
La destrucción de su belleza edilicia; la imprevisión en su crecimiento y el crecimiento de sus necesidades son ejemplos flagrantes que todos lamentamos sobre la falta de visión, de planificación.
Comparemos la postal del Hotel Bristol con la del Bristol Center actual y se entenderá que deci-mos. Los edificios de Colón y los problemas de estacionamiento es otro de los “clásicos”.

En estos momentos se está tratando de remediar otro de los ejemplos: el tratamiento de los efluentes cloacales, algo sobre lo que no se tuvo una adecuada planificación ni visión del futuro. Y corremos un serio riesgo: cuando se está proponiendo aprovechar la oportunidad única de hacerse de un predio que reúne todas las características y ventajas, no solo para la solución inmediata sino, justamente, para un sinnúmero de posibles desarrollos futuros todos convenientes y necesarios, se ataca de plano la decisión con_fundiendo, juntando, aspectos diferentes.

Compra o expropiación, tasaciones actuales o anteriores, mejores o peores negociaciones, son aspectos discutibles y controlables.
La oportunidad es única porque la existencia, tamaño,  locación del predio y voluntad propietaria no son repetibles ni comparables con ninguna otra oferta.
Que se ataque entonces toda la operación y denunciando el número de hectáreas a conseguir, considerándola una estafa es no haber estudiado un poco mejor la cuestión.
No creemos que exista mala fe o mala voluntad en la crítica tan terminante, sí una lamentable inmediatez. Una falta de tener en cuenta que es bueno para la ciudad en el futuro. Un confundir el debido control de los actos patrimoniales del poder público con el análisis de la propiedad de sus decisiones cuando, enhorabuena, algún funcionario piensa en términos de “estadista”.