LA CORRIENTE

La Corriente no es una propuesta electoral. No queremos ser una línea interna del PJ. No por falta de vocación de poder. No somos testimoniales.

Sino porque creemos que en la Argentina hay que discutir y construir un modelo de país.

Concebimos al poder no como desarrollo individual sino como construcción colectiva y que ese poder se construye uniendo a los distintos actores y sectores sociales y regionales agredidos por un modelo de país que creció a costa de endeudamiento y que ha privilegiado los intereses financieros por encima de un modelo de crecimiento, de desarrollo nacional y de exportación, en base a una más equitativa distribución del ingreso.

Hay ejemplos demasiado recientes y demasiado costosos en términos de frustración y descreimiento popular como para caer en los mismos errores de creer en individualidades o condiciones histriónicas.

La Corriente quiere ser una construcción política colectiva, nacional, plural y federal.

Política: en cuanto a lo que siempre fue la política, representación social. Hablar sin eufemismos. Llamar a las cosas por su nombre y decir la verdad lo más sencillamente posible. Que hacer política vuelva a ser lo que alguna vez fue: representar el conflicto nacional y social.

La Corriente es un espacio de construcción colectiva porque ya no hay lugar en esta Argentina fragmentada en lo social, dominada en lo económico y vaciada de ideas, para el aventurismo individual y electoral. Hay que convocar al Pueblo a una nueva gesta. Hablando claro, no prometiendo paraísos ni cosas fáciles. Hay que decirle a cada argentino que nadie va a hacer por él lo que él mismo no sea capaz de hacer. Que ningún dirigente ni ningún partido le va a dar lo que él mismo no pueda obtener por su lucha y su compromiso personal. Esto cada argentino lo debe saber y comprender. Que no espere que otro venga a hacer por él lo que él no sea capaz de hacer o conquistar. Nadie regala nada. Nadie nunca nos regaló nada. Si alguna vez el trabajo y la vivienda, la salud y la educación fueron un derecho en la Argentina fue porque lo decidieron los propios argentinos cuando salieron a la calle un 17 de octubre.

Una construcción nacional: porque no hay pueblo sin Nación. Pueblo y Nación no son utopías literarias, ni nostalgias ideológicas. Al contrario, son categorías imprescindibles para volver a tener una identidad argentina.

Hoy no sabemos qué queremos ni adónde vamos.

Nos convencieron que para ser global había que renunciar a ser nacional, a ser argentino. En su mediocridad algunos siguen creyendo que es mejor ser ciudadano del mundo que ciudadano argentino. Sin entender que no hay otra forma de ser universal que ser uno mismo. No se dieron cuenta que sin historia no hay memoria y que sin memoria no hay futuro.

Una construcción plural: porque la historia no se cambia desde el solo partido ni desde un solo sector. La historia demuestra que los cambios a favor del pueblo y de la Nación nunca se construyeron con un sólo sector, ni aun cuando éste fuera el de los trabajadores.

Los grandes cambios se produjeron cuando confluyeron hombres y mujeres de distintos sectores, trabajadores, empresarios, intelectuales, profesionales.

Son demasiado fuertes los que apuestan a que todo siga igual y los argentinos hemos hecho un duro aprendizaje histórico de lo que le ha costado y le sigue costando al país la incomprensión de los que no tenían derecho a equivocarse.

Una construcción federal: porque tiene que entenderse de una vez por todas aquí en esta ciudad de Buenos Aires, la diversidad y la complejidad de un país que no se puede gobernar sin conocer y entender cómo vivimos y, qué queremos TODOS los argentinos.

Queremos construir desde la política pero con todos un país donde lo colectivo vuelva a ser posible, lo nacional se convierta en una convicción, lo plural en el instrumento necesario y lo federal cierre un ciclo de frustración nacional.

Para construir ese proyecto colectivo de país, nacional, plural y federal necesitamos argentinos y argentinas dispuestos a involucrarse desde su ámbito de actuación política o institucional, sindical o empresarial o social en un proyecto de país diferente.

Nadie tiene que renegar ni de su pasado ni de su presente, ni de su historia ni de su identidad.

No nos interesan los conversos. Ni los mutantes. Ya hay demasiados.

Tampoco nos interesan los que solo hablan, pero cuando hay que hacer coincidir las palabras con la acción en la banca, en el gobierno, en el sindicato siempre encuentran una justificación o una ausencia oportuna.

El país no se cambia con coraje verbal o mediático. El país se cambia con coraje haciendo lo que hay que hacer, en el exacto lugar donde cada uno ha elegido estar o ha sido puesto por el voto popular.

No es fácil ni gratuito hacer coincidir las palabras con las acciones.

Pero sólo con hombres y mujeres dispuestos al coraje de la coherencia vamos a poder construir un país en serio.

Y en esto ningún sector debe estar exento de revisar conductas y comportamientos. No para colocamos en fiscales sino para intentar descifrar las claves del fracaso nacional.

La dirigencia política, en primer lugar porque ella es la responsable de la iniciativa desde el poder del Estado.

Somos los cuadros de los partidos populares y democráticos los responsables de garantizar el cambio. No puede ser posible que se ganen las elecciones con la promesa de cambio y se delegue el gobierno en economistas que ejecutan  planes y políticas que fueron rechazadas en las urnas.

En síntesis: volver a la política entendida como idea y como acción. Vincularla otra vez con un proyecto colectivo de país, reconstruyendo la identidad nacional perdida, es el DESAFÍO.

Y estamos dispuestos a darlo.

15/12/2000                                                                         Dr. Néstor KIRCHNER

 

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