INSENSIBILIDAD Y DESINFORMACIÓN
 Miente, miente… que algo va a quedar. Esta famosa frase, atribuida a Joseph Goebbels, el Ministro de Propaganda de Hitler, es la que nos viene a la mente cuando releemos las declaraciones del señor Antonio Bilbao, gerente de la UTE Libertador y vocero de los empresarios del transporte urbano de pasajeros.

Refiriéndose a la concesión de pasajes gratuitos y/o de precio reducido a escolares y docentes plantea alegremente una serie de argumentos falaces o de imposible probanza adjudicándose razones para atentar contra el espíritu y finalidad de las disposiciones legales y lucrar indebidamente en detrimento de los usuarios de su servicio, especialmente los más desprotegidos.

Recordemos que el estado municipal, habiendo delegado la función de transportes urbanos en empresas privadas, reglamentó integralmente los servicios buscando equilibrar los intereses de toda la comunidad con una razonable rentabilidad para los concesionarios. No vamos a abundar sobre si el equilibrio se ha logrado o no. Mucho se ha discutido al respecto a lo largo del tiempo, mucho ha quedado siempre en una desgraciada nebulosa por falta de información completa y creíble.

Recordemos también que, en busca de aquel equilibrio, cuando se calculan tarifas (con metodologías largamente cuestionadas por los técnicos independientes) se consideran largamente los costos que, presuntivamente, le ocasionan a los empresarios el permitir tarifas sociales que faciliten o permitan la educación básica de nuestros niños, nuestros jóvenes y algún otro sector desprotegido.
Desde siempre sabemos de la gratuidad para los alumnos en edad de primaria y de la tarifa reducida para los más grandes. Las nefastas políticas educativas que se implementaran en nuestro país con el neoliberalismo, entre otras cosas y a los efectos de esto que hablamos, le cambiaron de nombre a nuestra tradicional educación primaria y secundaria.
Sin juzgar ahora la destrucción de fondo, recalcamos ese aspecto: el mero cambio de nombre no es más que eso: los chicos y jóvenes que viajan a sus escuelas y colegios siempre tuvieron la misma edad y las mismas necesidades, se llamara como se llamara a los ciclos educativos.
Cuando ahora se vuelve a la vieja estructura de seis años de primaria y, conjuntando con ella los tres primeros años de secundaria se tiene la llamada educación básica, no se modifica en nada el derecho que ya tenían los escolares ni se cambia el universo de usuarios. NADA CAMBIA PARA LOS CÁLCULOS DE LOS EMPRESARIOS. NADA PUEDE ATENTAR CONTRA SU TAN CUIDADA RENTABILIDAD.

Algo tan evidente,  por una falta de previsión en la letra de las normas, es aprovechado rápidamente por los concesionarios para atentar contra su espíritu. Comienzan inmediatamente a no entregar, a los convertidos en secundarios, los pases gratuitos que venían recibiendo en la antigua denominación.
Cuando aquel error se subsana aparece el señor Bilbao a desgranar una serie de conceptos técnicos, cifras estadísticas que solo él aparenta conocer y otra serie de argumentos falaces para llorar miseria.
En algo tiene razón, el error planteado y la mala fe los habían puesto en condiciones de ganar más plata, indebidamente. Hasta cita la cifra que habían calculado golosamente. Podían espoliar a los usuarios haciéndose solo los distraídos. Y ahora, cuando la norma solo aclara el error, sin cambiar la realidad existente antes del cambio de nombres, aducen un sinnúmero de perjuicios.
No vamos a enumerar las falsedades técnicas esgrimidas, otras voces se han levantado para puntualizarlas en detalle. Solo queríamos develar la cuestión de fondo cuyo fácil reconocimiento justifica acabadamente que, aunque se disfracen de argumentos técnicos, las mentiras son siempre mentiras.