CONMEMORACIÓN Y CONVICCIONES
En el marco de la conmemoración del nefasto golpe militar del 24 de marzo de 1976 se produjeron en nuestra comunidad dos hechos a destacar: la sesión pública del Honorable Concejo Deliberante y la marcha de varias organizaciones y ciudadanía en general en horas de la tarde/noche.

Entendemos interesante reflexionar sobre algunos aspectos y diferencias entre ambos actos.

La sesión abierta resultó en un acto altamente emotivo porque el tema tiene ese contenido y porque la presencia y discurso de las madres y abuelas de Plaza de Mayo lo centró en el sacrificio brutal de jóvenes y muy jóvenes por el poder estatal por el solo hecho de tener ideas diferentes a quienes detentaban ese poder.
El testimonio directo de ese dolor, con altura y sin agresión, deja muy poco campo para la duda o la opinión adversa.
Asimismo, esa presencia y ese discurso deben haber traído a la conciencia de los presentes la abnegada valentía de esas mujeres que, silenciosa y pacíficamente, se atrevieron a salir a la calle para defender sus convicciones y paliar su principal necesidad: saber que había sido de sus hijos.
En las peores condiciones, sabiéndose un pequeño grupo enfrentándose al terror omnipotente, esas mujeres fueron el más claro ejemplo del no esperar y salir a la calle a clamar por lo que se cree justo.

Merecen rescatarse muchos gestos y dichos del poder político local  (el Presidente del Concejo cediendo su lugar en el estrado a la Madre en uso de la palabra; el Intendente con un discurso impecable) en el sentido de respetar y reconocer lo absolutamente negativo, para toda la comunidad, del terrorismo de estado y, paralelamente, el homenajear tanto a las víctimas inocentes como a quienes se atrevieron a alzarse contra la ignominia sin más armas que su dolor y su valentía. 

Abstrayéndose de todo detalle, aún rescatando la posibilidad de existencia de ideas que van más allá de lo que uno pueda aceptar, es esencial que toda la comunidad comprenda que el terrorismo de estado es algo deleznable porque fue un hecho delictivo ejecutado por la institución suprema, la máxime defensora del orden y la justicia.
De lo ideológico todo puede ser discutido, de lo perversamente oculto y contra la ley, no.

Así parecieron entenderlo la totalidad de las bancadas políticas que aplaudieron de pié aquellas intervenciones.

Eso fue a la mañana, en el más claro recinto de la política local. Después llegó la manifestación en el otro ámbito: la calle. Y acá se presentaron algunas características que, no por esperables, dejan de ser remarcables.

El acto y la marcha fueron multitudinarios. Como es folklórico, los grupos más contestatarios hicieron rancho aparte, separándose ostensiblemente de todos los demás. Quizás olvidaban que los desaparecidos y por convicción, nunca militaron en sus organizaciones o las de su tipo de dogmatismo.
Los demás grupos, largamente mayoritarios, se destacaban por sus banderas pero marcharon juntos, acompañados por unos cuantos funcionarios municipales, muy pocos concejales y una buena cantidad de conciudadanos sin bandería precisada.

Brillaron por su total ausencia los sectores de la política local enfrentados al oficialismo, nacional y local, aquellos que habían aplaudido de pié el acto institucional en el Concejo.
Sectores que, en su totalidad, se titulan grandes defensores de la democracia, que acusan al gobierno constitucional de dictadura solo por que, institucionalmente, tiene el tupé de no hacer lo que ellos quieren y que, al momento de defender valores inmarcesibles que exceden cualquier interés sectorial o político son incapaces de marchar con las mayorías.

Claro está, otra característica de la marcha fue la preeminencia absoluta en el número de las organizaciones sociales las que, nucleando a los sectores más postergados, están jugando hoy el poder de movilización popular que antes tenían los gremios. Para el que lo veía así era formidable ver tanta gente joven, tantas madres con sus bebés en los cochecitos. Para los que no fueron acertaron en que la concurrencia iba a tener una mayoría de negros villeros

Esa dualidad de criterio entre aplauso notorio y participación con lo popular es una muestra más del grave problema nacional: sectores medios que, sin culpa, pero con responsabilidad, no alcanzan a entender por donde pasa la defensa de los intereses reales de la comunidad que, finalmente, son sus propios intereses.