120126_El_Pacto
 
El famoso Anexo desaparecido llega a manos de la doctora Córdova por obra del nuevo CEO de “El Grupo”. Su objetivo es hacer que la las acusaciones recaigan sobre Murgan, mientras la empresa recupera su buena imagen y su nivel de ventas. Sin embargo El Grupo no bajará los brazos en su lucha contra la doctora Córdova y el gobierno que la respalda.

Santiago López Ario no escatima sus dotes de manipulador. Visita a Lucía en su casa mostrando una imagen apagada, apesadumbrada, y le habla de su hijo que murió tan joven. Entonces le aclara el motivo de su presencia. Quería entregarle personalmente el famoso Anexo del “Pacto de Sindicación de Acciones” que ella consideraba esencial para terminar su investigación.

Por fin en sus manos, el famoso documento le devela las obligaciones que habían asumido los tres diarios a cambio de la transferencia de las acciones de Papel Integral: la principal, no publicar ninguna información sobre las acciones ejercidas por las Fuerzas Armadas en su campaña de exterminio; además Murgan sería el único nexo entre Papel Integral y la Junta Militar; por su sola decisión designaría un gerente general que se ocuparía de la empresa y, de acuerdo a sus instrucciones, se fijaría el precio del papel y los cupos de adquisición para el resto de los medios gráficos, así como el listado de los proveedores.

“¿De dónde sacó esto? ¿Esto es real?”, preguntó Lucía sin disimular su zozobra. El CEO aprovechó para lanzar su jugada maestra: “Doctora, le recuerdo que Murgan no es “el Grupo”. Lo que él firmó y luego se encargó de ocultar no es responsabilidad nuestra. No.”, insistió. Le explicó que no iban a intervenir en favor de Murgan y que él debía saldar sus cuentas ante la justicia, mientras ellos se ocuparían de recuperar sus ventas y su credibilidad. Con halagos y gestos insinuantes el empresario desplegó su seducción y terminó invitándola a trabajar para el Grupo. Se despidió besándole la mano.

Lucía y su equipo ataron cabos hasta desentrañar el camino que había seguido el Anexo hasta llegar a su poder. La mujer de Monserrat lo había guardado para vengarse de Murgan y pensó en llevarlo ante la justicia. Pero su hijo, que siempre andaba necesitado de dinero, la convenció de venderlo a López Ario. El empresario aceptó el convite a cambio de humillarlo. Le contó de qué manera Massera se mofaba de su padre, al igual que de Murgan y Castagnino, a quienes les exigía como si fueran sus soldados  la lista de sus empleados, periodistas y operarios gráficos para hacer una depuración. Luego, con el recuperado documento en su poder, el nuevo CEO tramó su mejor salida, la de entregar a Murgan para salvar la imagen de la empresa.

La escena más conmovedora del capítulo se da entre Lucía y su hijo Pablo. Él le entrega las pruebas que consiguió para llevar a juicio político al corrupto juez López Ortega. Su madre lo escucha con emoción. Él aprovecha el momento para decirle que quiere trabajar con ella. Ambos se ríen. Recuerdan la época en que él le reprochaba enfurecido el esfuerzo que ella ponía en el caso Papel Integral arrastrando a su familia a un calvario. Lucía le confiesa: “Yo me di cuenta que me metí en todo esto por vos, para demostrarte que otro mundo era posible…Y lo estamos viviendo. Juntos”.

El doctor Lissen felicita a Lucía y a su equipo. “Tuvieron que leer 8.900 hojas de expedientes judiciales y 15.600 hojas de expedientes administrativos”, les reconoció el abogado con un gesto de admiración. Diego, Andrea y Sofía se muestran satisfechos de sus logros y más relajados. Pero en seguida se adentran en un debate sobre qué juez elegir para presentar la denuncia y qué pasaría con los plazos de prescripción. Al final, concluyeron que se trata de un delito de lesa humanidad, que no prescribe. “Hay que probar que Lidia firmó con la voluntad quebrada y que luego la chuparon para que no hable”, puntualizó Lissen. Marcos respiró aliviado al saber que su mujer daría un paso al costado entregando todo a la justicia.

López Ario sigue tejiendo su red. A Castagnino, el titular del diario “El Centenario”, le informa que no van a volver a verse y lo despacha sin más. Se ocupa de limar sus contactos con el poder político. Le ordena por teléfono al titular de la Comisión de Libertad de Expresión del Congreso para que arremeta contra Lucía Córdova. Lo mismo le encarga a su tropa de periodistas.  Les indica que todas sus notas deben apuntar contra el gobierno y los que elaboraron el informe de Papel Integral. “Quiero nuevamente que tres tapas de este diario fulminen un gobierno”, les reclamó.

Por fin Lucía y Lidia se encaminan hacia los tribunales con la tarea terminada, sonrientes y realizadas en sus objetivos. Allí dejarán el peso que venían llevando sobre sus hombros. Ya en la puerta del tribunal sale a su encuentro la gente de su equipo, su familia y un grupo de estudiantes que simpatizan con su causa para alentarlas con gritos y aplausos. Se inicia un nuevo camino. Ahora les toca a los jueces.

El equipo de producción se despide con una voz en off: “…ojalá que la justicia haga su parte…y que el dolor de todas las víctimas de esta historia pueda encontrar la paz que se les debe. Memoria, Verdad y Justicia también para el caso Papel Prensa. Que así sea” [ver episodio 13].

La clave final

En el último capítulo los autores dieron rienda a la ficción, que ya venía forzada por la desaparición del protagonista Murgan ante la deserción de Mike Amigorena. Hay que decir que los autores supieron salir airosos del trance al buscar el nuevo personaje de López Ario, protagonizado por Eusebio Poncela. Las dotes actorales del español y la posibilidad de ampliar el guión para desarrollar ese personaje siniestro y manipulador con aura religiosa enriquecieron la trama.

En los diálogos iniciales Sofía nos da la clave del episodio: “¿Quién dejaría por escrito la prueba de su delito?” La respuesta es unívoca. Nadie. En la realidad, el famoso Anexo del Pacto de Sindicación de Acciones no apareció aún. En ese documento las partes, o sea, La Nación, AGEA -Grupo Clarín- y La Razón habían valuado las acciones de Papel Prensa que compraron protegiendo la información con un acuerdo de confidencialidad. Encontrar el Anexo daría la oportunidad de comparar ese monto con el valor de lo que dicen haber pagado los diarios. Pero ninguno lo da a conocer.

Algunos se preguntarán si hubo en realidad un pacto escrito entre los militares y los diarios como se menciona en la serie. Solo sabemos que, si existe, no ha llegado a conocimiento público. De todos modos es indiferente afirmar o negar la realidad del tenebroso documento. ¿Acaso necesitamos ver un texto escrito para saber si ese pacto manchado de sangre existió?

La serie satisface el íntimo deseo del televidente de arribar a un final feliz, aunque incompleto. Se limitó a una etapa del caso Papel Prensa, hasta el momento en que a través de una querella se lleva a los tribunales el “Informe La Verdad” elaborado por la Secretaría de Comercio Interior a cargo de Guillermo Moreno.

En realidad, fueron más de las 23.000 hojas que menciona el abogado Lissen, sólo la documentación agregada al informe tiene 27.000. Haber conseguido que las víctimas testimoniaran sobre hechos tan dolorosos que pasaron hace 35 años fue esencial. No fue tan difícil convencerlos porque necesitaban un acto reparador de sus heridas que jamás habían restañado. Hay un lugar en la mente y el corazón donde el tiempo no pasa.

El relato queda sin terminar. El fin de la historia todavía no lo vivimos. El curso que tendrá la denuncia ante la justicia no sólo depende de las pruebas que se presenten. También depende de la venta mercenaria de voluntades. Depende de la entereza de quienes, como Lucía Córdoba y todos sus homólogos de la realidad, han tenido y tienen que soportar la persecución y la variada infamia en manos de una corporación antes poderosa y velada  que no se resigna al ocaso de su hegemonía.

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