En 1955 en Argentina se derrocó al entonces presidente constitucional, democráticamente elegido, en nombre de la libertad. También se clausuró el Congreso, se depusieron los miembros de la Corte Suprema y todas las autoridades provinciales y municipales. El proceso dictatorial, que incluyó la cárcel y los fusilamientos clandestinos a militantes opositores, se autodenominó, paradójicamente, revolución libertadora. De hecho, casi todos los golpes cívicos-militares conservadores pos-1945 y sus posteriores dictadoras se hicieron en nombre de la república, la libertad e incluso la democracia.
     
Dicha revolución "libertadora", también significó para la Argentina la decisión política de ingresar al FMI, rechazado por durante los gobiernos peronistas por entender que justamente esa pertenencia significaba una subordinación semicolonial, que acababa con nuestra soberanía política e independencia económica, es decir, con nuestra libertad como nación. Es increíble ver la continuidad histórica. Hoy como ayer, gran parte de quienes convocan a marchar por la libertad, son quienes decidieron poner otra vez a la Argentina en manos del FMI, limitando dramáticamente los grados de libertad del país.

Cuando San Martín expresó "Seamos libres, lo demás no importa nada" claramente lo hizo en términos de la tradición republicana revolucionaria: significaba la libertad de la nación, su autodeterminación asentada en la soberanía popular y, por lo tanto, la ruptura de su condición de colonia. Su proyección nacional era continental y ello se contraponía claramente a Buenos Aires. En términos más concretos, esa frase fue pronunciada por San Martín en un contexto en que la unitaria Buenos Aires le negaba al "libertador" el financiamiento para combatir al ejército realista en Perú, luego de haber ganado la batalla de Maipú y asegurado la independencia de Chile en 1818.  Ello queda bastante claro si leemos ese párrafo de la proclama:
"La guerra se la tenemos de hacer del modo que podamos; si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos ha de faltar; cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con la bayetilla que nos trabajen nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios: seamos libres y lo demás no importa nada."

Los comerciantes y terratenientes de Buenos Aires querían usar los ejércitos libertadores para reprimir a la provincias levantadas contra la ciudad puerto, para matar compatriotas en lugar de librar las guerras de independencia. Buscaban erigirse como clase dirigente de la patria chica -de la llanura pampeana y alrededores- bajo la órbita inglesa. San Martín se negará,  “ jamás desenvainará su espada para derramar sangre de hermanos”. Por eso Alvear y Rivadavia no sólo van a desfinanciarlo sino que buscarían  asesinarlo.

Había dos libertades en juego: la de la América del Sur o la de los comerciantes y terratenientes de Buenos Aires. Dos concepciones del liberalismo y de lo republicano.
No es casualidad que haya sido el gobierno de Rivadavia, el más fiel representante de esos sectores porteños, quien se endeude con la Baring Brothers de Londres, llevando a cabo el primer hito de la oprobiosa historia de la deuda externa argentina -hecho fundante de nuestra neocolonialidad.
Tampoco es extraño que el concepto de libertad posea distintos e incluso contrapuestos significados en la historia Argentina, o que insistan en vestir a Rivadavia de San Martín. Ya lo hizo Mitre hace más de un siglo y medio.

Gabriel Merino - 17.08.2020