Vuelve un cambio de paradigma sobre el conflicto militar en el Atlántico Sur

170402 Cementerio Malvinas

En un nuevo aniversario del desembarco en las islas, vuelve la reivindicación de ‘gesta’ como relato único. Reduciendo a Malvinas simplemente a la guerra. Algo que conviene a un solo interés: el de los ganadores.

Mauricio Macri recibirá hoy, en la Residencia de Olivos, a veteranos de la Guerra de Malvinas y familiares de los caídos en combate, con motivo de la conmemoración del 35° aniversario del desembarco en las Islas. Aunque serán sólo a algunas agrupaciones, entre los ellos, quienes escracharon al premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, a la madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas y al referente del Centro de Ex Combatientes de La Plata Ernesto Alonso a la vuelta de su reciente viaje a las islas Malvinas.

Los sectores nucleados en la Mesa de Coincidencia de Malvinas no fueron invitados y realizarán su propia actividad hoy a las 15.30 en la Plaza de Mayo.

El encuentro comenzará a las 9.30. Macri recordará con los veteranos y familiares de los héroes caídos los hechos del 2 de abril de 1982, día en que comenzó el desembarco en las Islas del Atlántico Sur.

En el conflicto armado participaron soldados de las tres fuerzas armadas de los cuales murieron 649 hombres y otros 1082 resultaron heridos por el lado argentino, aunque por causa del conflicto bélico muchos combatientes fallecieron en la posguerra.

Sobre Malvinas, el gobierno anterior hizo mucho por instalar una cultura de malvinización que operara virtuosamente hacia adelante. Destacó que el reclamo pacífico de afirmación de la soberanía territorial y de recursos naturales era una causa nacional y latinoamericana contra el invasor inglés, y designó a la guerra perdida como la maniobra final de una dictadura ilegítima para perpetuarse en el poder, al tiempo que reconoció a los ex combatientes y veteranos como víctimas de ese proceso.

Mientras fue gobierno, incluso con la apertura de un magnífico museo en la ex ESMA curado por Jorge Giles, logró imponer interpretación del conflicto armado, por sobre otras ancladas en discursos del pasado: la que definió la guerra como “gesta”, la que destacó la confluencia cívico-militar en lucha contra el usurpador británico y la que intentó licuar entre historias de heroísmo y entrega a la línea que separa a oficiales represores de soldados mal alimentados, mal entrenados, además lacerados por la crueldad de sus jefes.

Con la llegada del macrismo al poder, Malvinas volvió a ser, simple y mezquinamente, una guerra perdida. La política exterior de este gobiernom es eso: una rendición más o menos maquillada, donde hace un pretendido reclamo pero, en realidad, está a la espera de que el Reino Unido -en línea con la teoría Di Tella de los ’90-, resuelva asociarse con Argentina en la explotación común de los recursos naturales que abundan en la zona.

Según relató el periodista, Roberto Caballero, “es la angustia del colonizador lo que el macrismo quiere aplacar con gestos de buena vecindad, no recuperar el control de un territorio usurpado”. La operación oficial, carente de toda intensidad nacional, repone en el escenario de la discusión a la guerra a, la derrota y a sus consecuencias. Entre ellas, la de asumir que los invasores se han ganado algún derecho a quedarse de modo indefinido con lo que no les pertenece pero de lo que se han apropiado a la fuerza.

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