LA POLÍTICA, EL CAMBIO Y LA ILUSIÓN
 
Mempo Giardinelli

Durante la pasada, mediocre campaña electoral -tan colmada de gritos como vacía de propuestas- muchos pensamos que los resultados no iban a cambiar nada sustancial.

Y así fue: el minúsculo triunfo o derrota, según se mire, ni puso en riesgo la gobernabilidad ni abrió horizontes de esperanza. Fueron elecciones legislativas para cambiar la composición del Congreso, pero no por ello iban a cambiar conductas, mañas e incompetencias.

Cambiar requeriría desprendimientos, honorabilidades, gestos, integridad. Nada de eso caracteriza a las dirigencias argentinas: ni las políticas ni las otras.

Lo que viene es el largo derrotero de lo inconcluso, lo frustrado, lo no hecho o mal hecho. Es decir, todo lo que exigiría tener un gobierno menos vacilante y una oposición menos feroz. Pero el paisaje poselectoral no autoriza entusiasmos al respecto.

Más allá de las renuncias conocidas, y las que puedan venir, hay un montón de medidas que el país necesita. Enumero incompleta y velozmente: la urgente asignación universal por hijo que plantean la CTA y "Pino" Solanas, la nueva ley de radiodifusión, una recuperación ferroviaria que cancele el tren bala y restaure miles de kilómetros de vías, una nueva Junta Nacional de Granos y de Carnes, un nuevo Indec creíble, un nuevo régimen fiscal no regresivo. E incluso, si por mí fuera, declarar en comisión a toda la Administración de Justicia y convocar a un debate nacional para que deje de ser el caldero de contradicciones e impunidad que es hoy.

Y si pudiera le diría a la Presidenta que mantenga lo mejor de su gobierno (las políticas de derechos humanos, defensa, educación, Cancillería y cultura), llamando con urgencia a la oposición para dialogar francamente. Pero en serio, no como gesto. Convocar a los señores Macri, Carrió, Morales, incluso Cobos aunque lo deteste (lo cual en mi opinión es compartible y es justo). Y también convocar a la Comisión de Enlace agraria para tomar nota de sus posiciones, aun las que le resulten más irritantes, y acordar con ellos cómo ser un país agroindustrial y no sólo agroexportador.

También le pediría que levante su veto a la ley de defensa de los glaciares y que prohíba glifosatos, cianuros y arsénicos que en todo el país contaminan nuestras aguas.

Y a la oposición más feroz le pediría un poquito de grandeza.

Ya lo sé: son ilusiones. Pero ¿de qué otra materia se hace la política?
 
Para LA NACIÓN - 050709