BASTA DE NOSTALGIAS
 
Al cumplirse 60 años de la sanción de la Constitución de 1949, recordando sus contenidos y lineamientos, una reflexión se ofrece al espíritu que encadena muchas otras. ¡Que otro país tendríamos si sus postulados tuvieran 60 años de vigencia! Repasándola nos luce casi utópica. A la luz de lo que pasa en la Patria y en el mundo cuesta darse cuenta que no se trata de una mera expresión de deseos, un discurso de soñadores, sino de nuestra ley mayor. Su exposición de derechos, la defensa irrenunciable de la propiedad nacional de los recursos  naturales y la definición de la función social de la propiedad eran pilares formales del principio enunciado en el preámbulo: “…ratificando la irrevocable decisión de constituir una Nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”.

Esa constitución, expresión legal de la estructura de poder de la época, guió políticas que permitieron resultados objetivos, medibles e irrefutables que nos muestran creci-miento de todos los sectores, capitalización del país, la mejor salud, educación y seguridad para todos sus habitantes. Señalamos solo estos aspectos para que quede claro que los mismos beneficiaban a todos sus habitantes. No a un sector, un grupo o una “clase” en exclusividad. Todos se beneficiaron objetivamente, los números lo muestran en forma palmaria. Claro está, subjetivamente, algunos no lo sintieron así. Es natural que los “conservadores” no sean afectos al cambio, de allí su nombre. No se trata de estar mejor en los números, es desgraciadamente natural para muchos seres humanos la necesidad de “ser más” que otros, de sentirse mejores por que exista “esa gente” o “los cabecitas”. No se distribuyó una riqueza existente y acotada, se llevaron a cabo políticas que demostraron que la justicia social, el pleno empleo, el afianzamiento del mercado interno genera crecimiento de la riqueza para que todos estén bien.

No es nuestra intención extendernos en un análisis panegírico; hubo un sinnúmero de errores, no todo se hizo bien: un gobierno, una política, una mayoría dominante están compuestas por las acciones de demasiados hombres como para que se pretenda homogeneidad de intenciones y buenas prácticas. En todo momento podemos detenernos en lo menor, siempre hay muchos que hacen política quejándose y señalando airadamente los errores, pero ha pasado suficiente tiempo, suficientes desgracias, suficiente decadencia y pérdidas como para que se mantenga la imposibilidad de revisar objetivamente como era aquel país y como fue después. Basta de nostalgias decíamos (nos gustó el título por una vieja canción de la primera bossa nova brasileña) porque tener nostalgias de esa parte de la historia, económicamente hablando, es algo que está pasando, que nos sobrecoge o entristece porque parecería que consideramos y aceptamos que aquel “tiempo mejor” nunca ha de volver. Que nada semejante, adecuado a estos tiempos, puede ya suceder. La derogación de la constitución de 1949 por el poder de facto, mediante  una farsa legal dentro de otra farsa institucional, podría ser considerada un crimen de lesa humanidad, imprescriptible y pasible de revisión, solo bastarían los suficientes poder y voluntad política. Este imposible práctico no nos puede hacer olvidar que, para dejar de ser tal, solo requeriría que los argentinos despertáramos de nuestro largo error y nos pudiéramos sentir los privilegiados habitantes de una patria ubérrima, los capaces hacedores, entonces, de un país mucho más justo y equilibrado que la inmensa mayoría de aquella  época y que sigue mostrando estadísticamente características que hoy, cincuenta y siete años después, casi no existen en el mundo. Aquellas respuestas políticas son muy similares a las que hoy, en los países centrales, están calificando de evidentemente necesarias quienes combaten la crisis. Nosotros lo supimos hacer, encontramos respuesta antes que muchos…. ¿Porqué ahora no?
 
Asesor Guillermo Amor
Concejal Carlos Filippini