El gobierno de Cristina que junto al de Néstor Kirchner logró records históricos en materia económica, está a punto de obtener también una marca inédita en lo institucional, ya que podría convertirse en la primera gestión democrática obligada a gobernar sin Presupuesto.
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La ley de leyes está empantanada en la cámara baja porque el oficialismo quiere que el cuerpo debata el miércoles el proyecto cuyo tratamiento fue aplazado la madrugada del jueves pasado, pero la oposición se aferra a que sea reconsiderada en la comisión, tal como lo decidió el plenario.

La existencia de un proyecto oficialista, otro de la UCR, Pro y Gen, y un tercero preparado por Proyecto Sur, divide de tal modo los votos, que ninguna de las tres iniciativas cuenta claramente con el número suficiente como para lograr la sanción.

El oficialismo se niega a negociar con la oposición la modificación de puntos nodales del cálculo de gastos y recursos de la Nación, que no es otra cosa que una expresión numérica del plan de gobierno. Y reivindica la tradición democrática de que la oposición permita al Ejecutivo contar con su Presupuesto, más allá de formular las críticas durante el debate en particular.

La oposición no consigue imponer su propio cálculo de gastos y recursos porque el socialismo no apoya el proyecto del Grupo A y porque Proyecto Sur impulsa un proyecto propio con asignaciones diferentes a las del ala más conservadora del antikirchnerimo.

Para colmo, los radicales y los macristas quedaron sumidos en una disputa interna que estalló con la estridente denuncia de coimas de Elisa Carrió, pero que en realidad conecta con diferencias internas en ambas bancadas sobre el tratamiento del Presupuesto y sobre el posicionamiento frente al gobierno tras la muerte del ex presidente Kirchner.

El kirchnerismo juega en la Cámara de Diputados a despecho de la aritmética parlamentaria que lo desfavorece, porque si no consigue sancionar la ley correspondiente, podrá prorrogar el presupuesto actual, con lo cual obtendrá algo así como un “por supuesto” para seguir gobernando.

Para realizar este salto mortal, cuenta además con la red de protección de la cámara alta que ha tenido un comportamiento errático frente a los proyectos oficiales, pero en la cual han vuelto a apoyar al gobierno un puñado de senadores que habían jugado contra algunos proyectos oficiales.

De hecho, el nuevo equilibrio determinó el miércoles pasado el fracaso de la sesión del Senado, en la que la oposición pretendía eliminar poderes especiales del Ejecutivo para reasignar partidas presupuestarias.

Si todas estas redes de contención fueran perforadas por arte del birlibirloque, el gobierno cuenta con la posibilidad de que Cristina Fernández dispare una de las balas de plata que ha podido conservar por virtudes propias e incapacidad del adversario. A dos semanas del cierre del período ordinario, los opositores que prometieron la toma del Palacio de Invierno en diciembre pasado, sólo consiguieron arrancar un veto presidencial con la ley del 82 por ciento para las jubilaciones.

La apuesta al todo o nada del oficialismo se funda además en la idea que Néstor Kirchner le trasmitió al presidente de la bancada de diputados del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, después del recambio del cuerpo que desfavoreció al oficialismo: “Vamos a tener que acostumbrarnos a perder votaciones acá adentro, pero podemos ganarlas afuera”, le dijo.

El gobierno cree que en la disputa por el Presupuesto Nacional, la oposición puede aparecer una vez con la tozudez que intenta endilgarle al oficialismo. Y cree que esas posturas obstruccionistas no le dieron resultados al Grupo A, a juzgar por las encuestas posteriores a las elecciones del año pasado. Mucho menos en un momento de sensibilidad político-emocional generado por la muerte de Kirchner.

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