Genevieve y Benedicte Jeanningros y Marie Paule Campana
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La sobrina y sobrinas nietas de la monja francesa Léonie Duquet viajaron a la Argentina para presenciar la sentencia en la causa ESMA. “Fueron 34 años esperando que la ley confirmara lo que el mundo conocía”, subrayan en una entrevista con Tiempo Argentino. Reflexiones sobre la figura de Alfredo Astiz, el compromiso de Néstor Kirchner y la actuación de la Iglesia Católica en los oscuros años de la dictadura.

Por Hugo Gulman y Agustín Gulman

Genevieve Jeanningros jamás pensó en bajar los brazos. Los últimos 34 años los dedicó a buscar justicia por la desaparición y tormentos seguidos de muerte de su tía, la monja francesa Léonie Duquet, secuestrada y asesinada durante la última dictadura militar. El 26 de octubre pasado la encontró: 12 represores, entre ellos el ex marino Alfredo Astiz y Jorge “el Tigre” Acosta, fueron condenados a prisión perpetua por los crímenes de lesa humanidad cometidos en la ESMA. Las desapariciones, torturas y homicidios del Grupo de la Iglesia Santa Cruz donde trabajaban  Duquet y su compañera, Alice Domon, integraron la investigación de esa megacausa. Desde hace más de tres décadas, Genevieve es hermana en una pequeña fraternidad religiosa en Roma, Italia. Es francesa, igual que sus sobrinas Benedicte Jeanningros y Marie Paule Campana. Todas viajaron a la Argentina para conocer el veredicto de la justicia en la emblemática causa ESMA. “Lo vivimos como una gran satisfacción, no es una alegría. Es un momento muy importante para nosotras y para la Argentina, pero también para el mundo, porque el triunfo de la justicia siempre es necesario, es la base de la democracia”, relata Genevieve en una entrevista exclusiva con Tiempo Argentino. Detrás de su voz suave y pausada aparecen más de tres décadas de lucha férrea para correr el telón sobre la responsabilidad de los represores. Alojadas en el Colegio San José, en el partido de Morón, las tres familiares de Léonie Duquet reconstruyen los largos años de reclamo y las sensaciones durante la lectura del veredicto. El bullicio de los chicos en el recreo las hace reflexionar sobre la masiva presencia de jóvenes el día que se conoció la sentencia por los delitos cometidos en la ESMA. “Es un país estupendo, porque si la juventud sale a reclamar por la justicia y la verdad, eso habla de un pueblo sano”, subraya Genevieve.

–¿Cómo fue el trato con los sucesivos gobiernos argentinos?

Benedicte Jeanningros: –Fue siempre a través del abogado Horacio Méndez Carreras. La peor parte ocurrió durante el gobierno de (Carlos) Menem con los indultos, pero anteriormente con las leyes del olvido y luego con (Fernando) De La Rúa no fue mejor, no había voluntad de saber.

Benedicte, sobrina nieta de Léonie, cuenta que su padre presentó infinidad de documentos a la justica. “Mi padre recogía toda la información publicada en la prensa francesa y a veces accedía a noticias llegadas de la Argentina.  Para el Mundial de Fútbol de 1978, vi fotografías de los jugadores argentinos con los militares al lado, como custodiando. También era público que muchos profesionales de Francia no querían asistir a congresos en la Argentina por temor o como repudio por lo que ocurría”, recuerda. Y no disimula su orgullo al mencionar que Michelle, su padre, también fue una pieza clave para el reconocimiento del cuerpo de Léonie ya que aportó la sangre para las muestras comparativas que permitieron la identificación.

–¿Qué sintieron al ver a Astiz en la sala?

Genevieve Jeanningros: –Una mezcla de sensaciones, sobre todo cuando los militares presentaban sus argumentos de defensa. En un momento vi a Astiz hablando con alguien, parecía referirse a mi preguntando “por qué me mira”, y a lo largo de la sesión cuatro veces lo descubrí con su mirada fija en mí.

–En los años de la dictadura, la hermana Yvonne Pierron, compañera de Duquet y Domon, planteó en una reunión en la ONU que si querían saber dónde estaba Hitler fueran a la Argentina y buscaran a Alfredo Astiz...

GJ: – Hace poco, una persona nos comentó que ella había advertido a Alice y a Léonie que Astiz no les inspiraba confianza; lo miraba con mucho recelo y le recordaba a Hitler. Más aun, les había señalado que, cuando finalizaban las reuniones en la Iglesia Santa Cruz, sólo acompañaba a las personas que estaban mejor de salud pero a las que se veían enfermas o muy viejitas no las ayudaba.

–¿Y el momento en que se anunció la sentencia?

GJ: –Dentro de la sala se sentía un nerviosismo y una tensión fuertísima. Luego de dos horas el tribunal exigía silencio pero era imposible, la tensión crecía a medida que leían las acusaciones y en el momento que dijeron las condenas estallamos todos en aplausos y alaridos fuertísimos, y la gente les gritaba “asesinos”. Fueron 34 años esperando que la ley confirmara lo que el mundo conocía.

–¿Qué sintieron ante la presencia de jóvenes en la calle, a la espera del pronunciamiento del tribunal?

GJ: –Imaginábamos que sería así. Ya habíamos estado en la Plaza de Mayo el 24 de  marzo del año pasado y nos sorprendió la cantidad de jóvenes. Es un país estupendo, porque si la juventud sale a reclamar por los Derechos Humanos, la justicia y la verdad es buenísimo, habla de un pueblo sano. La Argentina sufrió muchísimo durante la dictadura. Ya no están Alice ni Léonie, pero hay una multitud apoyando. Ellas son como semillas de trigo muertas en la tierra, cuyos frutos vuelven a brotar y reproducirse cuando las Madres, las Abuelas, los Hijos y los Nietos preservan la memoria y la búsqueda de la verdad.

–¿Tuvieron respaldo de los gobiernos franceses?

GJ: –Al inicio se reclamó y hubo pedidos de informes del presidente (Valery) D’Estaing, pero el gobierno de (Jorge Rafael) Videla acusaba a los Montoneros por el secuestro. El gobierno francés no quería admitir que habían muerto. Luego, la embajada en la Argentina volvió con los reclamos, pero durante años no se hizo absolutamente nada.

–¿Y cuándo empezaron a confiar nuevamente en el esclarecimiento?
GJ: –Con Néstor Kirchner. Cuando asumió actuó con la ley y con los gestos, como en el momento que ordenó quitar los cuadros de los represores o cuando se abolieron las leyes de impunidad. Su actitud frente a los crímenes de la dictadura y la decisión de impulsar las causas judiciales nos devolvió la esperanza.

–¿Tuvieron ocasión de conocer a Cristina y Néstor Kirchner?

GJ: –Conocimos a Cristina en Roma y el 24 de marzo de 2010 estuvimos en la ESMA. Cuando Cristina nos vio, le comentó a Néstor en voz baja que estábamos allí y vinieron a abrazarnos y saludarnos.

–¿Sabían que su tía y Alice cuidaron a un hijo de Videla?

GJ: –Alguien nos lo ha dicho, pero pasaron cerca de 50 años de esos episodios y no recuerdo que Léonie me lo haya comentado. Nuestro contacto era por carta, pero además Videla no parecía en ese momento quien luego se supo que fue.

–Usted es religiosa, Léonie y Alice también, y Videla también era muy religioso, ¿le hablaban a diferentes dioses?

GJ: –No se puede explicar. Yo sufrí mucho por eso. La Iglesia no tendría que haber reaccionado callando como lo hizo. Sufrimos por el silencio de la Iglesia. Hasta ahora el caso no está limpio, queda un dolor muy grande abierto. Mi vida es la Iglesia, pero no la que escuchaba a Videla.

–Una parte de la Iglesia les daba la hostia y otra parte exigía Jjusticia. ¿A qué Dios le rezaban Videla y Massera?

GJ: –No lo puedo saber, pero pienso que ellos creían que el comunismo en todo el mundo, no sólo el argentino, era como el Demonio; por eso se ensañaban con los jóvenes que tenían ideas progresistas. El evangelio es comunista, busca la igualdad. La Iglesia Católica se ha mezclado más con el poder y con la riqueza.

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