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CONFERENCIA DE MARIO WAINFIELD

Asistimos el último lunes 11 de agosto a la conferencia brindada por el periodista Mario Wainfield y al posterior debate que se generó entre la nutrida concurrencia al acto.

Como era de esperar, por todos quienes leemos asiduamente sus artículos en Página 12, la exposición fue un dechado de mesura, agudo análisis y reflexiva apreciación  de nuestra realidad y de los errores y aciertos de los actores de nuestra escena política: gobierno, principalmente, pero también oposición, aliados y “amigos”.

“Entreleyendo”, tanto su exposición como las respuestas a las posteriores preguntas del auditorio, nos atrevemos a rescatar una línea central de pensamiento que se puede sintetizar caracterizándola como “una visión crítica, acertada e inteligente, de aquellos aciertos y errores a que nos refiriéramos y una clara apreciación del difícil cuadro, en lo político, en lo económico y en el equilibrio (o desequilibrio) de poder real, con que debe enfrentarse el gobierno nacional.

No pretendemos glosar la larga exposición ni tampoco enumerar las variadas intervenciones de un público que no nos equivocamos demasiado si caracterizamos como de clase media “progresista ilustrada”, por ello solo adelantaremos generalidades que, aún a riesgo de subjetividad, parecen lo suficientemente fundadas como para exponerlas.

De aquella visión de los “errores” y apreciación de las dificultades reales se desprende una posición eminentemente constructiva: según Wainfield se equivocan sí, y bastante mal en algunos campos; se pueden entender algunas decisiones inconvenientes, otras son de más difícil aceptación, pero en todos los casos la cuestión es entender el complejo problema internacional y nacional al que se hace frente, la falta de homogeneidad (hasta ideológica) de las personas que componen “el gobierno” y la continuas adecuaciones tácticas a una situación política extremadamente dinámica. Lo que no dijo explícitamente pero puede leerse entrelíneas es que, aun con dificultades, puede confiarse en que sí existe una estrategia, clara y irrenunciable, que busca cambiar el país.

Algo de los dichos de Mario Wainfield, quizás más de nuestra propia posición, nos lleva a decir que el mensaje que dejó muy en claro fue que, tanto señalar acerbamente los “errores” como aplaudir dogmáticamente los aciertos, son posiciones que implican, ambas, que “se espera”: Kirchner y Cristina o Cristina y Kirchner son los que tienen que hacer todo bien, son los factótums de la realidad. Los demás son espectadores, víctimas o beneficiarios de sus iniquidades y de su falta de voluntad política real (según su pertenencia al pueblo o a los sectores favorecidos y privilegiados). En forma amena, pacífica y colorida lo que terminó sugiriendo es que solo la mayor “politización” ─ una de las bienvenidas consecuencias del conflicto pasado ─ la mayor participación y discusión resultantes, la mejor conciencia en definitiva, es el verdadero camino y la esperanza de un cambio en el sentido de lo deseado por el campo nacional y popular.

La involuntaria y adecuada síntesis la realizó un hombre mayor quien, al hacer la última pregunta, recordó la carta de Perón a Evita, en los primeros días de octubre del 45, cuando la convocaba al retiro, al abandono de la lucha; reivindicó luego la acción popular que, solo unos días después, el 17 de octubre, prácticamente lo obligó encabezar el comienzo de una nueva patria y preguntó: ¿No habrá llegado el momento que nosotros hagamos lo mismo que aquel pueblo y apoyemos/obliguemos a que construyan el nuevo país? No pudo existir mejor broche y así lo entendió la concurrencia con un aplauso unánime que cerró el acto.

 

Mar del Plata, 11 de agosto de 2008.